Han pasado días,
semanas, meses, en los que cientos y cientos de familias mexicanas hemos sido
agraviados por causas derivadas de la fallida guerra de Felipe Calderón.
Muertes,
desapariciones, secuestros, violaciones, extorsión, desplazamiento, por mencionar sólo algunos. Y la mayoría de
los ciudadanos que no viven en zonas de alto riesgo, sólo nos acompañan con su silencio, con su
indiferencia, el norte sigue estando geográficamente lejano. Nuestro dolor NO
es compartido.
Todos los días
se cometen ejecuciones en el país, pero el pasado día 3 de octubre hubo una
víctima “especial”, Eduardo Moreira Rodríguez, fue ejecutado en Ciudad Acuña
Coahuila, una víctima con nombre y apellido para los medios de comunicación que, entre otras cosas, vino a poner en
entredicho algunos de los valores de la sociedad mexicana.
Me queda claro
que el dolor de un padre por la pérdida de un hijo es el mismo, sin importar
cuánto dinero tengas en el bolsillo. Me queda claro también que la justicia en
este país sí tiene precio y que es aplicada totalmente a voluntad de la
autoridad, razón por la cual no me sorprendería que este caso, por todos
conocido, se “resolviera”, a diferencia de las víctimas anónimas.
Lo que no me
queda claro, en lo absoluto, es la respuesta de la sociedad frente a estos
eventos. Me parece que no nos estamos entendiendo entre nosotros, ni tampoco
estamos siendo congruentes.
Por un lado los
muertos SIN nombre parece que NO son suficientes como para salir a la calle a hacer
un reclamo unánime para detener estas estrategias fallidas de guerra. Hay
cientos de familias enteras destrozadas
por la muerte y desaparición de sus seres queridos, incluso muchos nunca volverán
a ver ni sus cuerpos.
Y por otro lado,
ejecutan a hombre joven, hijo de un político ampliamente conocido, con una
reputación dudosa, como lo es Humberto Moreira e inmediatamente la sociedad se
vuelca y se enreda - como en una turba enardecida- , festejando la muerte del
joven, hablando visceralmente, exponiendo su resentimiento con tal saña, que el
resultado de esto me parece totalmente desproporcionado e incongruente.
¿En dónde estaba
esa turba enardecida agraviada exigiendo a gritos a Calderón los muertos de San
Fernando? ¿Los muertos en Villas de Salvarcar? ¿Las balaceras constantes en
Reynosa, Saltillo, Nuevo Laredo? Los daños colaterales. Y no sigo enumerando
eventos porque la lista es demasiado larga.
Como resultado
de estos comportamientos yo sí veo una sociedad con una doble y hasta triple
moral. Tan divida y tan resentida que hasta la muerte nos separa.
Extraoficialmente:
88 mil 361 muertos y 5 mil 397 desaparecidos. Más los que se
acumulen el día de hoy. Y contando.
¿Cuánto dolor más necesitamos para que el reclamo sea
unánime? ¿A los cuántos muertos nos indignamos en serio?
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