martes, 10 de julio de 2012

Con el hígado en la mano



Esta jornada electoral me ha dejado, a mí como a muchos con el hígado en la mano, triste, confundida, como entre sombras.
Sobra hacer una recapitulación de lo que todos hemos leído, visto y escuchado en los medios y en las redes sociales, que contribuyan al estado de descomposición tan delicado que vivimos hoy.

Es muy doloroso ver a un país divido, y sinceramente en este momento no veo las condiciones para empezar nuestra reconstrucción.
Tendremos que esperar unos días, tal vez semanas,  para ver como se acomodan los actores políticos y seguir muy de cerca las reacciones de la sociedad civil.

Cuando veo las confrontaciones entre unos y otros me lleva de nueva cuenta a pensar en que a esta generación (o a varias) nos trago el sistema. Y no solo culpo a la clase política o los “señores del dinero”, todos tenemos lo que hemos construido, queriendo o no hemos sido parte, el silencio y la omisión también son cómplices.

La corrupción está impregnada en nuestra piel, en todos los niveles, sin importar el color del partido, sin importar la ideología, el nivel socioeconómico o académico.

Mi esperanza

Ante esta desilusión, sigo creyendo firmemente en que la esperanza de ver un México limpio, honesto, digno, leal, orgulloso, seguro, radica en nuestros niños.
Puede parecer muy trillado, o muy soñador, conformista para algunos, o tal vez como un acto de escapar a la realidad del día que vivimos.

Pero por ahora no veo otra salida. Tenemos la obligación de formar nuevas generaciones limpias de los lastres que arrastramos por décadas.

Ni la madurez de una sociedad, ni la democracia,  se forman en 6 ni en 12 años, ni con un con un “cambio” de partido en el poder, ya lo estamos palpando. Se necesita trabajar por ese objetivo común desde la casa, desde ahora y desde abajo.

Y ese es el trabajo más pesado, puesto que hay que sacrificar mucho, para poder formar niños revolucionarios en toda la extensión de la palabra, que tengan los valores cívicos bien puestos, introducir la semilla de la honestidad, de la lealtad a la Patria, para evitar que sean corrompidos por el dinero y el poder.

Formar generaciones con amplio criterio que no se dejen manipular por el mejor postor, que no necesitemos decirles que apaguen la tele, para tener una visión de país.

Niños que amen el arte y la lectura, que amen a su país, que amen la legalidad y la justicia.
Participar en política no debería nunca limitarse a los tiempos electorales, los que verdaderamente estamos preocupados por lo que nos pasa, debemos trabajar diario, con o sin elecciones, en esta labor no hay tregua, no hay vedas.

Ya lo dije una vez, “la revolución se mama en casa” y es hora de formar revolucionarios, que salgan a la calle y pongan a México en orden.

¿Quién se apunta?

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